Caridad Soto es adicta confesa al arte y una incansable viajera. Estas dos líneas vitales marcan las pautas de su obra plástica, sujeta siempre a los vaivenes diarios de una realidad que ella escruta con ojos indagadores. Rotuladores, lápices de colores, óleos, acrílicos o collages, tras la aparente sencillez de sus trazos precisos adivinamos a una artista de una meticulosidad y una constancia abrumadoras.
Su extraordinaria paleta de colores recrea un imaginario que parece inspirado en el pop-art y vuela alto. Desde lejos, el horizonte abigarrado de tejados de pequeños pueblos o el bosque de altos edificios de la gran ciudad se dilatan, se derriten, se inclinan y se mueven. De cerca, los contornos de los objetos cotidianos, las manos y los rostros se definen.
Caridad Soto nos acerca el mundo para que lo veamos bien de cerca. Invita al espectador a reparar en detalles que a veces no percibimos y que son capaces por sí solos de retratar un instante precioso que nunca ha de volver, de recrear historias cotidianas que se perderían en el tiempo si no fuesen detenidas por su mano de artistas.
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